domingo, 5 de abril de 2020

Johnny Guitar


"Había el teatro (Griffith), la poesía (Murnau), la pintura (Rossellini), la danza (Eisenstein), la música (Renoir). Pero desde ahora hay el cine. Y el cine es Nicholas Ray"  Jean Luc Godard

Scorsese dijo de Johnny Guitar que era un western original. Yo me atrevo a decir que no es un western. Y no porque le falten forajidos, asaltos a diligencias, caballos o polvo. Pero Johnny Guitar  es a la vez un filme noir, un melodrama y una cinta de aventuras/acción. Y si alguien osara decir que es una película de gánsteres, yo no podría discutírselo. Que un director de género pueda rodar filmes redondos en otros terrenos dice mucho a su favor, seguro que es uno de los grandes. Pero cuando un cineasta logra engranar elementos tan diversos en una sola cinta consiguiendo que funcione perfectamente, indudablemente convierte al filme en una obra maestra y a Nicholas Ray en uno de los mejores.

Johnny Guitar (1954) es un western inusual que nació por encargo. Resultó de la adaptación de la novela original de Ray Chanslor que llevaba el mismo título y que se publicó en 1953. Dato importante: Chanslor dedicó la novela a su amiga Joan Crawford.
Ray dijo de la obra que «era completamente nula» y el guionista que firmó los créditos, Philip Yordan,  se refiririó a ella como «un libro idiota que no tenía ni pies ni cabeza».  El proyecto nació de Joan Crawford, que se había hecho con los derechos de adaptación de la novela y tras conseguir que la produjera Republic Pictures (entonces era una productora de segunda especializada en westerns y películas de serie B) solo le quedó que Ray y Yordan se sumaran para poder introducir un montón de cambios en la historia. Se empeñó a fondo en que su personaje fuera el verdadero protagonista masculino del filme:  «no tengo un papel, solo estoy aquí con las botas puestas y tengo unas escenitas estúpidas. Quiero un tiroteo final en vez de estar entreteniéndome en una esquina. Dejemos que Sterling (Hayden) sea el que esté en una esquina. Quiero ser el hombre en este filme».

No debió ser fácil para Nicholas Ray trabajar este rodaje siendo la actriz principal una de las divas más reconocidas del Hollywood clásico, propietaria además de los derechos de la novela y con unos aires de grandeza difíciles de dominar. Para Ray fue un infierno de rodaje, un episodio tan amargo que se prometió que jamás volvería a dirigir a Crawford. Y lo cumplió.
Sin embargo, y con todas las trabas e imposiciones, Ray consiguió hacer del filme una obra personalísima, de autor y hoy en día considerada de culto.


                     Nicholas Ray y Joan Crawford

La acción arranca en un pueblo de Arizona en el que se espera la llegada del ferrocarril. Vienna (Joan Crawford) es una mujer fuerte y determinada propietaria de un saloon a las afueras del pueblo que espera que la llegada de nuevos pobladores llenen su local. Para protegerse del hostil oeste decide contratar un rápido y hábil pistolero, Johnny Logan (Sterling Hayden). Sin embargo cuando llega, lo hace desarmado. Trae solo una guitarra. Y se hace llamar Johnny Guitar.
La primera parte de la película transcurre dentro del local de Vienna, con unos fantásticos planos picados y contrapicados que la sitúan a ella en el primer piso del saloon, con pleno poder sobre los que son sus empleados, todos hombres.


                         Joan Crawford insistió en rodar en interiores para disimular su edad

La secuencia es magistral. Rodada en tiempo real, está cargada de diálogos que bien podrían encajar en el mejor cine negro y sirve para presentar a todos los personajes de la historia, sus pasiones, sus rencores y sus desconfianzas. Es además donde aparece por primera vez el otro personaje femenino de la cinta, Emma Small (Mercedes McCambridge)  quien protagonizará el verdadero duelo con Vienna.  Emma llega al saloon con el cadáver de su hermano (propietario del banco) al que acaban de asesinar en un asalto a la diligencia.  Acusa del crimen a Dancing Kind (Scott Brady) y su banda, que viven de explotar una mina de plata oculta en las montañas. Su propósito es aniquilar a Vienna, a quien envidia, y a Kid, su amante, por quien Emma siente una profunda pasión que reprime. Emma tiene el apoyo del sheriff y de John McIvers (Ward Bond), un rico heredero al que no le gusta la llegada del ferrocarril. Todos ellos representan a la intolerancia, el miedo a lo foráneo y el desprecio al progreso. En ese punto empieza una verdadera caza de brujas, un linchamiento sin escrúpulos donde la justícia (representada por un impotente sheriff) queda relegada a un mero y fútil espectador.

                                                                                                                                   La escenografía es un punto fuerte del filme

Imposible no ver en la trama una referencia más o menos explícita a la cacería de brujas que se estaba produciendo en Estados Unidos entonces y en la industria de Hollywood en particular. Ni el propio Nicholas Ray se salvó del impacto del macartismo, ya que por lo visto ofreció un testimonio privado ante el senado del que existen pocas referencias.
No salió tan bien parado el protagonista del filme, Sterling Hayden, quien delató ante el Comité de Actividades Antiamericanas a compañeros afines al partido comunista. Sumido en la culpa y el arrepentimiento muchos dicen que Johnny Guitar es una especie de redención. Pero lo cierto es que nunca se recuperó y aunque rodó magistralmente con Kubrick Atraco perfecto (1956) y Dr.Strangelove (1964) nunca se le tuvo mucho en cuenta.

Pero no se puede hablar de Johnny Guitar sin hacer referencia a la que puede ser una de las mejores secuencias de amor (y desamor) de la historia del cine. Siempre con el consentimiento de Ilsa y Rick, claro. Es especialmente bella por sus diálogos (noir, me atrevería a decir) pero además cuenta con toda la gestualidad, la perfecta iluminación y un vestuario de lo más cuidado. Todo es tan medido y acertado que es imposible no considerarla una maravilla intemporal de la historia del cine.
No quisiera pasar por alto la banda sonora, que a mi parecer está tan a la altura en el filme como otros elementos (el vestuario o la puesta en escena). Victor Young compuso un tema de amor tan bello como triste, envolviendo perfectamente la pasión entre Johnny y Vienna en esa magnífica escena que les regala finalmente esa segunda oportunidad.
No en vano la pongo al mismo nivel que el tema de amor de Espartaco de Alex North, y la considero tan meritoria para el éxito de la película como la propia interpretación de los protagonistas.




Entrar en los detalles técnicos sería interminable. Y ya se sabe que en las obras maestras cuadra todo, no hay fallos. Sólo me entretengo en dos aspectos importantes: el color y el vestuario. Ambos muy relacionados y tan cargados de simbolismo que no es de extrañar que se considere a Johnny Guitar una “ópera barroca” o un “western abstracto”.
Nicholas Ray supo sacar todo el provecho al Trucolor, una técnica de procesado de color basada en el bipack color photography, considerada ya entonces obsoleta y que era exclusiva de la productora Republic Pictures. Su ventaja: era mucho menos costosa que el Technicolor (tres tiras de fotogramas a la vez). Ray llena de colores vivos los vestidos, camisas y pañuelos de sus protagonistas, enfatizando lo pasional de sus carácteres y dejando al blanco y al negro para los momentos más dramáticos y trascendentales. Sólo así se entiende porque Vienna escoje un precioso vestido de fiesa blanco para esperar, sola, su linchamiento. Como si de una novia se tratara.


                                                                                Trucolor en Johnny Guitar

Johnny Guitar es una película sobre outsiders hecha por outsiders; Joan Crawford tenía por aquel entonces 50 años (12 más que Sterling Hayden) y unas terribles ganas de sobrevivir. Nicholas Ray fue siempre el director rebelde de Hollywood, alcoholizado y desubicado después de perder a su amigo James Dean a quien dirigió en Rebelde sin causa (1955), y sólo recogió proyectos que desdeñaban otros. Tras el fiasco monumental de 55 días en Pekín (1963) que abandonó sin terminar, Ray se alejó de las cámaras. Murió apartado y sin la consideración que merecía. Hoy, es un director de culto.

Me tomo la licencia de decir que Johnny Guitar es un atrevido drama antibelicista que da un merecido valor a la redención y al volver a empezar.
Y también me gusta pensar, que es la segunda oportunidad que no tuvieron y se merecían Gloria Grahame y Humphrey Bogart en In a lonely place (Nicholas Ray, 1950).

Johnny Guitar es Nicholay Ray. Y yo, no puedo estar más de acuerdo con Godard.