Me estreno en este
blog con esta película maravillosa del 1950 llamada Stromboli, tierra de dios y que
supuso la primera colaboración profesional entre Ingrid Bergman y Roberto
Rossellini después de que ella mandara la famosa carta al director italiano
mostrando su interés por trabajar con él.
"Querido Sr. Rossellini: He
visto sus cintas Roma, ciudad abierta y Paisá y
las he disfrutado mucho. Si usted necesita una actriz sueca que habla muy bien
inglés, que no ha olvidado su alemán, que no entiende mucho de francés y que en
italiano sólo puede decir ti amo,
estoy lista para viajar y hacer un filme con usted. Ingrid Bergman".
Estas lineas marcaron
un antes y un después en la carrera de la actriz sueca, que lo dejó todo para
ir a rodar con Rossellini al que admiraba profundamente después de haber
descubierto las primeras películas del maestro del neorrealismo italiano.
Cuando uno descubre Stromboli la primera vez se da cuenta
que es una película completa. Los grandes las hacen así, cuidando los detalles
a la perfección. El guión, brillantemente construido, está firmado por el
propio Rossellini y Sergio Amidei (que ya colaboró con él en Roma Cittá Aperta). También la música
tiene mucho peso, aportando dramatismo a las escenas, inundándolas. De eso sabía
mucho Renzo Rossellini, hermano del director, y con el cual ya colaboró en su
trilogía Roma Città Aperta, Paisá y Germannia Anno Zero, consideradas cumbre
del Neorrealismo italiano.
Stromboli es también una película
bella, perfecta en sus encuadres, con ese blanco y negro tan imprescindible
para lo trágico de la historia y que consigue volver aún más inhóspita, ruda y
salvaje a la isla. La fotografía es exquisita. Hay secuencias exteriores sobreexpuestas,
casi quemadas por el sol, probablemente realizadas a posta para reflejar lo
inhóspito del clima, la crudeza de la naturaleza y lo áspero de los carácteres.
Rossellini consigue crear un ambiente claustrofóbico y asfixiante para la
protagonista aún cuando la mayoría de secuencias se desarrollan en el exterior.
Nada es acogedor en Stromboli.
Tras un primer
visionado, uno piensa enseguida que es un ejemplo más de cine italiano neorrealista, y probablemente fue un género que impregnó gran parte de filmes de
los años cuarenta y cincuenta en Italia. La película es un reflejo de la vida
en los pueblos pesqueros de las islas del sur, donde la población sólo es vieja
o muy vieja. Los jóvenes no tienen futuro y emigran a Australia o a América, y
mandan dinero a sus familiares para poder pagarles el viaje a esas tierras
prometidas.
A esa Stromboli llega
Karin, una refugiada lituana que conoce a Antonio en un campo de refugiados
después de la segunda guerra mundial y con el que se casa a disgusto tras serle
negado un visado para viajar a Argentina. Antonio es más joven que ella, está
enamorado y le basta con saber que le podrá dar una vida modesta en su isla
natal pescando atunes. Ella solo huye de la guerra, quiere escapar de su pasado
y empezar de nuevo.
Pero Stromboli es un desierto.
Asolada por las continuas erupciones del volcán, sus gentes parecen vivir
acostumbradas a la fiereza de la naturaleza, encomendados a la religión y
atados a sus profundas tradiciones y convicciones morales. Karin se da cuenta
enseguida que no encaja en absoluto allí. Ella es una señora culta y de buena
familia, moralmente superior a toda esa gente arisca que sólo la observan
continuamente, la juzgan y la humillan. También su marido.
Frustrada por no
poder satisfacer sus inquietudes sólo encuentra consuelo en las palabras del
párroco, que la anima a adaptarse al lugar en un intento de repoblar esa Italia
vaciada. “Eres joven, arregla la casa, hazla acogedora para ti y para tu
marido, enseguida te encontrarás bien aquí”.
Lo intenta. Lo hace.
Arregla la casa, en ruinas cuando llegan los recién casados. Y por primera y
única vez en el filme, conseguimos ver a una Ingrid Bergman alegre. Pero esa
dicha es pasajera, transitoria y sobretodo falsa. Ese mundo agreste, esas
gentes toscas y un volcán impío acabaran de aislar a Karin de todo y de todos.
Y nadie mejor que
Ingrid Bergman para dar ese dramatismo que requiere el personaje: extranjera,
sin idea de italiano y con un romance adúltero con el director que
justo empezaba y que lo impregnó todo. Además es conocido que le quitó el papel a Anna
Magnani, amante de Rossellini hasta el momento y que ésta, despechada, rodó Volcanco,
una película de argumento similar que sin embargo resultó un fracaso total.
Stromboli fue un éxito de público,
pero no de crítica. El rodaje se llenó de prensa que sólo perseguía la ansiada
imagen de los nuevos amantes. Hollywood no perdonó a la que había sido su estrella
favorita, una mujer que no podía desprenderse de esa imagen de moral recta e intachable,
sincera y honrada. Ni Hitchcock en Notorius
lo había conseguido.
Esta imagen del
rodaje en la que se ve a Ingrid en primer plano bajo la mirada opresiva de
varias mujeres enlutadas (que muy probablemente serían luego extras de la
película) resume a la perfección lo que debió suponer rodar Stromboli en ese
momento, no demasiado diferente a la historia de la refugiada que huyendo de
los campos de concentración se casa sin amor buscando una salida, acabando
atrapada sin escapatoria en un mundo áspero y arisco al que no pertenece.
Bergman relata en su
biografía "Estaba en el infierno. Lloré tanto que pensé que me quedaría sin lágrimas. Los periódicos tenían razón: había abandonado a mi marido y mi hija. Era una mala pécora, pero no había deseado serlo".
Ingrid Bergman se
convirtió entonces en la nueva musa de Rossellini, a la que prohibiría
participar en otros filmes que no fueran los suyos, comenzando así una relación
personal y profesional que sería tan exitosa como turbulenta en su final.
Stromboli es un filme salvaje como la
tierra a la que retrata, una historia en la que el ser humano persiste en su
lucha contra la naturaleza, a veces dominándola y a veces resignándose a sus
designios. La escena de la almadraba, tonnara en italiano, resulta
imprescindible y una auténtica maravilla de la historia del cine .
No dejéis de verla, no saldréis defraudados.
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